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Réquiem por la “muchacha de amarillo”. En la muerte de Ana María Icaza de Xirau (1922-2022)

Miguel Polaino-Orts Universidad de Sevilla

IMG_20191207_195554Seis semanas antes de llegar a centenaria ha muerto Ana María Icaza de Xirau (Xalapa, Veracruz, 10 de junio de 1922 – San Ángel, Ciudad de México, 20 de abril de 2022), pintora mexicana, promotora cultural, estudiosa del arte, viuda de Ramón Xirau (1924-2017), poeta y filósofo de origen español, uno de los tantos transterrados. Desde niña creció en un ambiente intelectual, mimada como hija única entre artistas de la época. Su madre, la pintora Ana María Güido, le infundió sus primeras nociones de arte mexicano e internacional. Su padre, Xavier Icaza (1892-1969), abogado, magistrado, ministro de la Suprema Corte de Justicia (donde tuvo como secretario personal a Adolfo López Mateos, con el tiempo Presidente de la República), fue uno de los representantes del estridentismo literario de los años veinte, con obras como Magnavoz (1926), Gente mexicana (1924) y Panchito Chapopote (1928), que le valió un honroso premio con ocasión de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, celebrada en la capital andaluza el año 1929. Ana María recordaba con cariño a su tío abuelo Francisco A. de Icaza (1863-1925), intelectual mexicano afincado en España, donde trabó amistad con el poeta Rubén Darío (1867-1916), que le dedicó el poema “Cosas del Cid”, que principia con los versos conocidos:

Cuenta Barbey, en versos que valen bien su prosa

una hazaña del Cid, fresca como una rosa,

pura como una perla (…).

20211204_141254No menos famosos son los versos que Francisco A. de Icaza dedicó a Granada, la ciudad andaluza de adopción de su esposa, que Ana María repetía siempre, a lo largo de los años, hasta el final de su larga vida:

Dale limosna, mujer,

que no hay en la vida nada

0como la pena de ser

ciego en Granada.

20210822_144214Especial afecto tuvo Ana María por su familia española, los hijos de Francisco A. de Icaza, en especial: sus tías la novelista Carmen de Icaza (1899-1979) y la Marquesa de Llanzol, Sonsoles de Icaza (1914-1996), así como la hija de ésta, Carmen Díez de Rivera (1942-1999), la “musa de la transición española”, famosa por su belleza, cuyo trágico destino tanto hirió a Ana María.

 

 

 

 

 

IMG_20191210_214714Era el 10 de abril de 1946. Tenía 51 años. Se dio la circunstancia de que la Revista de la Facultad publicó una nota necrológica de Antonio Caso, que fue Rector de la Casa, escrita por Joaquín Xirau y líneas más atrás una nota daba cuenta de la muerte trágica e inesperada del propio Xirau. Don Joaquín murió, delante de su hijo, golpeado trágicamente por el tranvía del que acababan de apearse. Y todo ello sin tener la alegría de ver a su hijo Ramón Licenciado en Filosofía y Letras. Lo sería pocos meses después, en el mismo 1946. Desde el año siguiente, Ramón imparte clases como Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En 1949 contraen matrimonio y, al año siguiente, nace Joaquín, su único hijo, fallecido dramáticamente, de muerte deliberada, en Boston en 1976. Ana María y Ramón -lo sé personalmente, por mil tristes e intensas conversaciones, con ellos- nunca superarían la muerte trágica de su hijo. (Y María Cortina, querida amiga, tan cercana a Joaquín, su primo y pareja en esos años primeros, sabe bien los pormenores de cuanto cuento).

 

20210821_211917_2Viajeros, inquietos, intelectuales, Ana María y Ramón recorren pronto, tras su matrimonio, todo el mundo, de galería en galería, de museo en museo, de Universidad en Universidad: Nueva York, Londres, Lieja, Bolonia, Florencia, Venecia. Viven un año en París, donde se encuentran con una jovencísima Elena Poniatowska, y otro más en Pensilvania, donde Ramón daba clase de filosofía y Ana María conferencias de arte mexicano. De vuelta a México frecuentan a intelectuales y artistas de la época como Frida Kahlo, Diego Rivera (autor de un bello retrato de Ana María Güido), Rufino Tamayo, José Vasconcelos y Alfonso Reyes (una fotografía suya presidía la biblioteca familiar: “A Anita y a Ramón, predilecciones de Alfonso Reyes. 1959”).

 

 

 

20210822_144130Especializada en arte prehispánico y en otras manifestaciones del arte popular, Ana María Icaza dirige sucesivamente tres galerías (la Jacobo Glantz, la de Artes Plásticas y la Misrachi) y organiza exposiciones y conferencias por todo el mundo. Muy sonada fue, en México, la instauración de la colección Armand Hammer en el claustro de sor Juana Inés de la Cruz y, en España, la Exposición de Arte Mexicano celebrada en Madrid en el otoño de 1977, con el auspicio del presidente José López Portillo (y de su esposa Margarita) y la organización de Ana María Icaza como comisaria general, labor por la que recibió el reconocimiento institucional de la Real Academia de Bellas de San Fernando de la mano del Marqués de Lozoya. Ese mismo año Ana María fue designada representante de la casa Christie’s de Londres en México.

 

IMG_20191211_195554Sus dotes extraordinarias de organización y hospitalidad hicieron célebres las reuniones dominicales en su bella mansión del barrio de San Ángel, al sur de la ciudad de México. Por allí pasaron, durante décadas, reyes, presidentes, embajadores y ministros, así como los mejores amigos del matrimonio Xirau: Octavio Paz y Marie Jo, Juan Rulfo, José Emilio y Cristina Pacheco, Silvia Lemus y Carlos Fuentes (quien repetía: “el mejor restaurante de México es la casa de los Xirau”), García Márquez (que se despedía cada semana con la frase habitual: “el domingo regreso a que me cocines mi pescadito”), Teodoro González de León, José Luis Cuevas, Emiliano Gironella, entre tantos otros.

 

 

 

IMG_20191207_203223_2En la casa vecina del arquitecto José Luis Cortés celebraba cada junio, entre mariachis y amigos, su cumpleaños. Tuve el honor de asistir a muchas de las reuniones semanales en la casa de los Xirau (una de las más emocionantes: cuando le entregué el Breviario Presencia de Ramón Xirau, que le dedicamos al gran filósofo transterrado, auspiciado por la Facultad de Derecho de Sevilla y su Decano Alfonso Castro) y, también, a muchos de esos cumpleaños, el último, en junio pasado (2021), en sus 99 años. Ana María brindó con vino español y tequila mexicano, y cantó canciones veracruzanas de Agustín Lara, entonadas en directo por Tania Libertad. Durante meses preparó Ana María la fiesta de su cumpleaños número cien. En diciembre pasado la visité en su casa y, de regreso de Xalapa, su tierra natal, le traje unos dulces de las monjas que tanto le recordaban a su niñez veracruzana.

 

 

IMG_20190811_203315Asistí a la última comida que organizó Ana María en el salón de su casa -la última donde bajó al suntuoso salón de las celebraciones de siempre- y se mostró animosa e ilusionada. Fue la vez postrera en que la vi vestida de amarillo. En las últimas semanas de esta primavera europea nos contactamos, a su petición, de manera cibernética. Y pude comprobar, ahí, que su avanzada edad le restó lucidez y vitalidad pero no el brillo de los ojos a la muchacha de amarillo. Sus destellos iluminan ahora -traspasada ya la distancia infinita de la muerte, junto a Ramón y su hijo Joaquín- la eternidad.

 

 

 

 

 

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