Dr. Miguel Polaino-Orts
Universidad de Sevilla
“Hoy el suelo de Méjico es más rico, más pobre el cielo de Sevilla”
Aquilino Duque
Visito México año tras año y ya van camino de veinte. Dos andaluces me enseñaron, al cabo de los años idos, con su ejemplo, y aun sin pretenderlo, a amar esa tierra. Sus nombres: Emilio Prados y Luis Cernuda. Los dos andaluces (malagueño uno, sevillano el otro) y los dos transterrados hasta el final de sus vidas a tierras aztecas, luego de un periplo azaroso, dramático y heridor. Sus restos yacen, hace más de medio siglo, en el Panteón Jardín de la Ciudad de México, al noroeste de la ciudad. Emilio Prados abandona su Málaga natal en 1914 y estudia como internado en la Residencia de Estudiantes, de Madrid. Allí conoce -adolescente aun- a Juan Ramón Jiménez, que tanto había de influir a los poetas de su generación. Enfermo del pulmón, reside en Suiza un año, a comienzos de los 20, en el sanatorio Davosplatz, en la ciudad de Davos (donde transcurre La montaña mágica, de Thomas Mann).