Por Ricardo FLORESMIRANDA
Reflexionar sobre la conducta formativa que recibimos de nuestro padre cuando fuimos niños y, posiblemente en algunos casos, esa guía o directriz amorosa o enérgica que nos determinó el progenitor se extendió hasta la adolescencia, nos lleva a voltear años atrás para meditar, razonar y analizar qué tan bueno fue el cariño, el afecto, el apego y la protección expresado por él hacía a uno; o que tan malo ¿o bueno? Fue el desamor, el desafecto, el despego, la severidad, la dureza, la rugosidad y la disciplina ejercida con azote, castigo y dureza en el trato hacia el hijo o la hija.
Unos, sin determinar calificativos, tendremos en los mejores conceptos a nuestro padre; algunos hijos e hijas valoraran la actitud de sus padres como buena y regular la formación educativa recibida de él; otros, sencillamente hablaran de la tiranía, la opresión y la crueldad con que fueron tratados o tratadas en su niñez por su tutor; y tal vez, habrá hijas o hijos, que el sólo hecho de mencionar la palabra padre, les repugne escucharla.
En un ejercicio literal, vale la pena expresar el sentimiento de cómo fue, o es, mi relación con mi padre; También en una prueba textual, debemos redactar cómo es, o fue, el trato con mis hijos.
El escritor checoslovaco Franz Kafka, hijo primogénito de Heermann Kafka y Julia Lowy, en una “Carta al Padre” nos describe su relación con un padre demasiado severo que marco el incierta trayectoria de su niñez, adolescencia y adultez.
Querido Padre:
“Una vez, hace poco, me preguntaste por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe contestarte nada, y en parte porque en la argumentación de ese miedo entran muchos detalles, muchos más de los que yo pudiera coordinar hablando. Y si ahora intento contestarte por escrito, mi respuesta resultará de todos muy incompleta, porque también al escribirte me cohíben frente a ti el miedo y sus consecuencias…”
A pesar de ese miedo y temor que siempre tuvo ante la severidad de su padre, Kafka le reconoce la entrega al trabajo y el sacrificio de proporcionar todo a su familia, pero siempre resaltando su rigidez autoritario de jefe de familia.
“… tú has trabajado pesadamente durante toda tu vida, lo has sacrificado todo a tus hijos y ate todo a mí; yo por lo tanto he vivido “en la abundancia”, he tenido plena libertad de estudiar lo que quisiese, no he tenido motivo de preocupación por mi alimento, de preocupación alguna por lo tanto, tú no pedías gratitud por ello, tú conoces la “gratitud de los hijos”, pero esperabas con todo algún halago, alguna señal de comprensión afectiva; y yo, al contrario, siempre me he escondido de ti en mi cuarto, junto a libros, amigos locos o ideas descabelladas; jamás he hablado francamente contigo…”
No obstante le reclama su rigidez de padre; además de la falta de sensibilidad y el trato hacia el pequeño Franz.
“Yo era un niño tímido; y sin embargo, como suelen ser los niños, seguramente terco; sin duda también me mimaba mi madre, pero no creer que yo haya sido especialmente difícil de manejar; no puedo creer que una palabra amable, un silencioso tomarme de la mano, una mirada bondadosa no hubiera podido obtener de mí todo lo que quisiese. Ahora bien; tú en el fondo eres un hombre bondadoso y dulce (esto no contradice con lo que sigue, puesto que hablo solamente del personaje cuyo afecto sentía el niño), pero no todos los niños tienen perseverancia e intrepidez suficiente para buscar sin descanso hasta llegar a la bondad…”
Leer “Carta al Padre” mueve sentimientos y reflexiones que nos traslada a la niñez y adolescencia en la relación que se tuvo con el progenitor. Vive uno de nueva cuenta vivencias favorables, o desfavorables, según sea el caso particular de cada persona; También hurga sentimientos y rencores; al igual nos hace recordar pasajes alegres y tristes de nuestra vida. En fin, cada que lector tendrá el mejor juicio de su padre.
Los párrafos entrecomillados y de topografía cursiva en negritas son extractos de “Carta al padre y algo más” del escritor Franz Kafka que publica Editorial Época, S.A. de C.V., que recomiendo su lectura ampliamente, tanto que vale la pena como una joya de la literatura universal.