- Ponen el mejor de sus rostros
- Brindan la mejor de sus sonrisas
- Se desviven en atenciones con la gente
Con tal de conseguir el voto del electorado y la simpatía de la ciudadanía en general, las candidatas y los candidatos ponen el mejor de sus rostros, brindan la mejor de sus sonrisas; se desviven en atenciones con la gente y ya no saben cómo ganarse la confianza la población, y desde luego, asegurar, el sufragio deseado que les permita obtener el triunfo en las urnas el próximo 4 de junio.
Los candidatos en sus jornadas proselitistas, son otros, muestran el rostro de la hipocresía. Su comportamiento social y sentimental es contrario a lo que verdaderamente experimentan. Su trato es frívolo, trivial y hasta calculador. Saben bien cómo manejar su don histriónico. Son verdaderos actores, tanto que desempeñan excelentemente su papel protagónico de redentor y mesías que hasta la gente se rinde a sus pies. Les creé y confía en la infinidad de promesas y ofrecimientos que nunca cumplen.
Contrario a su comportamiento como personas en su vida ordinaria, a los cuales nunca se les ve que vayan de compras a los mercados de barriada o a los tianguis populares; acudir de madrugada a las lecherías; comer fritangas en un puesto callejero; y hasta viajar en micros y combis, en tiempos de campaña, los vemos todo el tiempo con la sonrisa de oreja a oreja, mezclados entre la gente, entre puestos de frutas, verduras y carnicerías; llegar temprano a los establecimientos de Liconsa; saborear tacos de cabeza, sesos, suadero y carnitas, así como de lengua, que son sus preferidos.
También opuestos a su proceder en su vida normal llena de privilegios, los candidatos se toman la foto con la fritanguera, no importa que esté llena de grasa; besan a chamacos mocosos; abrazan a menesterosos, chamacos en situación de calle, teporochos, en fin no hay día de su jornada electoral que no se den buenos “baños de pueblo”.
Una vez concluida la actividad proselitista, los candidatos a la gubernatura del Estado de México jamás regresaran ni a los mercados, ni a los tianguis, ni a las lecherías, mucho menos harán presencia en las colonias populares; tampoco abrazarán a señoras gordas, ni a chamacos mugrosos. Y a aquel personaje que el voto del electorado favorezca al poder estatal por su investidura se enfrascara en su esfera de cristal y todo lo mirará desde su perspectiva como gobernador.
Los ex candidatos volverán a ser ellos, se quitarán la máscara de la hipocresía y la retomarán en la primera oportunidad.
—–0000—-