-Miguel Polaino-Orts-
Hace medio siglo nacía un libro fundante en la nueva literatura hispanohablante -Cien años de soledad- y hace cincuenta años moría también uno de los escritores más honestos, desconocidos y sorprendentes de nuestra poesía: Pedro Garfias Zurita, salmantino de nacimiento, sevillano de adopción, poeta del destierro, del dolor, de la derrota, de la soledad. Su madre, Dolores Zurita Chía, sevillana, había nacido en 1880; su padre, Antonio Garfias Domínguez, onubense de Alosno, en 1866, ciento un años antes de la muerte de su hijo. Pedro -segundogénito del matrimonio andaluz- vino al mundo el 27 de mayo de 1901 en Salamanca, donde su padre -responsable del contrato del consumo del Ayuntamiento salmantino- entonces laboraba. A comienzos de 1905, cuando contaba tres años y medio de edad, retorna su familia a tierra andaluza. Ahí crecerá el joven Pedro; ahí nacerá literariamente el poeta Garfias. Las provincias de Sevilla y de Córdoba albergarán a la familia Garfias los años siguientes. De 1905 a 1911 en Osuna (Sevilla), la vieja Urso romana, bella conjunción monumental del renacimiento andaluz, sede de la antigua y famosa Universidad, tierra de Manuel María de Arjona y de Rodríguez Marín, cuna de la Lex Ursonensis; de 1911 a 1916 en Cabra, provincia de Córdoba, la tierra de Alcalá Galiano y de Juan Valera, el municipio donde vivió Miguel de Cervantes hace 460 años, entre 1558 y 1563. Ambos períodos modelan intensa, violentamente la personalidad del joven Garfias. Los años ursaonenses hicieron de él -a la fuerza ahorcan- un niño solitario y retraído. Los años egabrenses supusieron su nacimiento a la literatura. El tránsito de la familia Garfias por la provincia sevillana se vería, en efecto, alterado por la muerte de Doña Dolores, en 1909. Pedro contaba ocho años, uno más su hermano mayor. La muerte de su madre le sume en la soledad y en el silencio.